Al hablar de Economía y sus conceptos, uno bien
puede imaginarse un largo listado con definiciones en términos doctorales que
solo podría comprender un economista o un político colmilludo, no obstante,
cada definición en sí parece albergar un origen biológico que contribuye a
explicar la razón de porqué el ser humano, a lo largo de su historia evolutiva,
se ha empeñado a administrar los recursos de los que dispone. Hasta aquí
entiéndase como recurso no solamente a los papelitos verdes, rojos, azules y de
todos colores que se utiliza como moneda de intercambio, sino también a otros
elementos que son vitales para subsistir, tales como el agua, la tierra, el
espacio físico, entre otros recursos naturales. Desde que el primer homínido
recolector de frutos tuvo que enfrentar necesidades básicas que satisfizo
mediante la toma de recursos directamente de la naturaleza, comenzaron a nacer,
con pasos tambaleantes, los primeros elementos que implican la administración.
Quizá en sus inicios, el humano, con su creciente población (y probable
gandallismo), también se enfrentó a crecientes necesidades que le orillaron a
recurrir a nuevas estrategias para obtener los recursos que no podía obtener de
manera más constante ¿y cómo no? La tendencia del sedentarismo ofrecía mejores
ventajas que tener una vida errante y con la mínima certeza de hallar sus
vitales recursos en tierras desconocidas; como sedentarios podían obtener dichos
recursos, pero empleando otra fuente de esfuerzo que pronto reemplazó los
largos y tortuosos viajes hacia ninguna parte, a lo largo y ancho de los
continentes, un esfuerzo que también compensó muchas otras necesidades
latentes, además de las básicas, como la seguridad, la socialización, autorrealización,
y que Maslow nombró como “pirámide de priorización de necesidades”: el trabajo.
Hasta aquí se ha hablado de dos conceptos: recurso
(como un elemento natural o artificial satisfactor de necesidades) y necesidad
(como una fuerza que impulsa a un ser vivo a buscar “algo” que hace falta). Y
junto con la evolución del hombre y el desarrollo de su sociedad, surge un
tercer concepto: los servicios. Este último, también como satisfactor de
necesidades implica medios no tangibles de compensación de necesidades a partir
de segundos o terceros. Si anteriormente hablamos de gandallismos, un perfecto
ejemplo de servicio es el que los numerosos sirvientes ofrecen a los monarcas
habidos y por haber en nuestra historia social: vestir, arreglar, servir, calzar
(tratar como a un cuadripléjico) y divertir al susodicho, lo que hoy en día se
traduce en empleos o actividades comerciales que brindan satisfactores.
El próximo tratado de economía se llamará: "Como agandallar y esperar agradecimiento"
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